Melancólico viaje de compras a Yokohama

La primavera es en Japón la estación de las flores de cerezo, también conocidas como sakura. Al igual que en el caso de los almendros, árboles de la misma familia, su florecimiento llega antes incluso que el crecimiento de las nuevas hojas y, raudo como aparece, se va. Para cuando entra el mes de abril, las sakuras caen en masa desde las ramas que poco antes las sostenían y en pocos días llenan campos y avenidas de una suave alfombra rosada. La exigua duración, así como la inevitabilidad, de un fenómeno tan hermoso ha inspirado un sentimiento llevado una y otra vez al mundo del arte japonés: el mono no aware. Si tuviésemos que buscar una equivalencia occidental más o menos válida podríamos recurrir al tempus fugit de Virgilio. Pero ahí donde la vitalista frase del autor de la Eneida terminaría influenciando visiones más cercanas al carpe diem renacentista, la visión del mono no aware es mucho más estoica. No se trata de disfrutar al máximo porque nuestro propio tiempo sea finito y avance inexorablemente, sino de apreciar la belleza de aquello que es efímero, embriagarse agridulcemente de la melancolía de lo fugaz. Un atardecer muy concreto, con una disposición de nubes caprichosamente armoniosa y una iluminación particularmente suave y saturada puede ser objeto del mono no aware. Porque es algo hermoso, digno de contemplación, que nos llena de dicha vislumbrar, pero también porque probablemente no se repita en los mismos términos en mucho tiempo y su duración sea de unos pocos suspiros. Y es esa pequeña gota de tristeza ante su efímera unicidad lo que lo convierte en algo realmente especial.

Al igual que el resto de campos artísticos nipones, el manga no iba a ser menos a la hora de intentar plasmar este melancólico sentimiento. Aqua y su secuela Aria lo hacían desde el costumbrismo y el buen humor, Girl’s Last Tour desde una perspectiva paradójicamente postapocalíptica —pero que dramáticamente funcionaba como la mejor engrasada de las maquinarias— y Mushishi, como se ha comentado anteriormente en esta revista, lo intercalaba con su misticismo naturalista. Pero puede que no haya publicación que se cimente mejor alrededor del término que nos ocupa que Yokohama Kaidashi Kikō, también conocida como Yokohama Shopping Log y que tras tantos años —la obra fue publicada entre 1994 y 2006— será comercializada en Occidente en lengua inglesa por la editorial californiana Seven Seas.

«Todo esto antes era un Starbucks, nieto» / ©Afternoon

Yokohama Kaidashi Kikō es un slice of life. Parte de un setting futurista pero no hay acción, violencia, conflictos internacionales, viajes interespaciales o todo aquello que suele caracterizar a otros títulos que se recubren de ciencia ficción, sino todo lo contrario. La obra de Hitoshi Ashinano respira cotidianidad por todos sus poros. Alpha, su protagonista, es una jovial y amable androide que regenta una pequeña cafetería en lo que antaño fueron las afueras de Yokohama, convertidas en el tiempo en el que transcurre el manga en una campiña habitada por unos pocos aldeanos que se resisten a abandonar su hogar. Capítulo tras capítulo se nos cuenta su tranquila pero, a la vez, interesante vida y cómo se relaciona con los habitantes del lugar.

En el futuro en el que Yokohama Kaidashi Kikō tiene lugar la humanidad se está extinguiendo de forma gradual pero inexorable. No se llega a especificar en ningún momento si es a raíz de antiguas guerras, algún evento cataclísmico o quizás plagas y enfermedades, pero los asentamientos están en su mayoría parcialmente desiertos, cada vez nacen menos niños entre una población ya avejentada e incluso la propia ciudad de Yokohama no es más que una minúscula sombra de lo que ataño era. Pero es gracias a ese punto de partida al que la obra se hace grande. Cada descubrimiento que hace Alpha del mundo que le rodea, cada nueva experiencia que vive con los clientes de su cafetería o sus amistades es una pequeña maravilla en sí misma. Algo novedoso para ella lo es también para nosotros cuando lo vislumbramos a través de sus ojos. Puede ser un paseo entre la niebla dejando atrás poste tras poste de tendido eléctrico, rectos testigos de tiempos pasados, un primer baño entre las olas junto a especies de peces desconocidas, la búsqueda de un presunto espectro que se le aparece a los niños entre la verdescente maleza del bosque para darles sustos al atardecer, o un viaje de descubrimiento a la ciudad para comprar los ahora escasos y deseados granos de café. Y todo está teñido, como se mencionaba, del mono no aware.

¿Si son novias? Nos ha jodido, por supuesto que son novias, hombre / ©Afternoon

La narración rezuma lirismo y, pese a que los años avanzan diegéticamente, pues transcurren entre su primer y último capítulo unas dos décadas, lo importante no llega a ser nunca la sucesión de acontecimientos en sí, y ni mucho menos el devenir de la humanidad o del ahora asilvestrado y parcialmente despoblado Japón. Se avanza de cuando en vez en las relaciones entre ciertos personajes y algunos misterios —una minoría, a decir verdad— llegan a ser meridianamente resueltos, pero es que el peso de la obra nunca se apoya en su historia. No es su intención, ni lo necesita. Vive de instantes fugaces, de momentos irrepetibles, de las luces callejeras que aún se encienden algunas noches en los barrios de Yokohama ahora sumergidos tras la subida del nivel del mar y en cómo las aguas refulgen entonces, opacando su brillo al de las estrellas. De un banco de peces voladores que conquistas los cielos un atardecer. Del recuerdo recitado de cómo una vieja pareja se conoció tiempo atrás, cuando el mundo era diferente. Instantes melancólicos, que evocan una tristeza suave y calmada pero, a la vez, la satisfacción de saber que se está vislumbrando algo único y bello.

Hitoshi Ashinano nos embarga de serenidad con su obra. Una sensación cálida y abrigada, que nos arropa conforme Alpha pasa los días con su buen humor, inalterable al paso de un tiempo que irremediablemente deja todo atrás, que lleva al olvido aquello que una vez fue, pero que también promete un futuro lleno de nuevas y hermosas experiencias.

2 comentarios en “Melancólico viaje de compras a Yokohama

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