El cliché del profesor apasionado que cambia las vidas de sus alumnos y que les ayuda a sobrellevar sus problemas es bastante recurrido en la ficción. Desde John Keating en El Club de los poetas muertos, don Gregorio en La lengua de las mariposas, Remus Lupin en la aclamada saga de libros escrita por Hatsune Miku, y hasta Merlí en su serie homónima, la existencia de este cliché en la ficción occidental siempre se ha llevado el corazón del público.
Incluso en el mangaanime este tropo se volvió bastante popular gracias figuras como Kakashi Hatake de Naruto, o ante el indudable Eikichi Onizuka de Great Teacher Onizuka, un ex pandillero de gran corazón que que ayuda a sus alumnos yankis incluso cuando no es asunto suyo hacerlo. Incluso aunque se deba reconocer la gran importancia e influencia de GTO en el mangaanime y podamos sentir nostalgia por el diseño noventero que incluso a día de hoy se sigue sintiendo fresco, lo cierto es que se nota que ha envejecido bastante regular, particularmente por la gran cantidad de misoginia y objetificación de las menores de la serie.
Igualmente, GTO siempre ha sido y será el manga que por excelencia trata este arquetipo y cierto es que, desde entonces, pocas obras acerca de grandes profesores se encuentran en la ficción nipona. O al menos no llegan a resonar tanto con el público. Y también hay admitir que al final este arquetipo de personaje se gasta muy rápido. Todos hemos visto las anteriormente mencionadas películas, pero pocos tras ver ese tipo de historia quieren volver a ver una obra similar en mucho tiempo. Yo precisamente, acabé bastante desesperanzada con este tipo de historias porque se llegan a sentir muy repetitivas. Hasta que llego We Shall Now Begin Ethics.
Titulado en Japón como Koko wa Ima kara Rinri desu, es un manga escrito y dibujado por Shiori Amase y publicado en la Grand Jump Premium. Nos presenta al profesor Takayanagi, que, cómo no, ayuda a sus alumnos a sobreponerse a la vida gracias a sus acciones dentro y fuera de su aula de Ética. Resulta algo complicado hablar de este manga, pues la obra no destaca así de primeras por nada en particular y parece hasta contraproducente escribir sobre ella. Y también he de admitir que hay capítulos en los que si uno tiene un mínimo de conciencia social, hará que sus pupilas giren ante ciertas circunstancias y argumentario, cosa que de todas formas pasa cuatro de cada cinco veces que consumimos algún producto nipón y que aprendemos a dejar pasar por no comernos la cabeza aunque sepamos verlo.
Obviando lo último, la cosa es que no pretende seguir este canon del profesor modélico e inspirador para el lector. No intenta venderte la moto con unas tramas de superación personal y cumplir nuestros sueños más increíbles. Sino que retrata cómo la vida es recibir palos y tratar de levantarnos, pero siendo conscientes de las espadas que tenemos clavadas y las cicatrices que estas nos dejan. Tener presente nuestro entorno y quienes somos, pero cambiar en lo que se pueda y avanzar lo posible.

Los alumnos de esta obra no viven cosas que no se hayan visto antes en obras de esta misma temática: se enamoran, tienen relaciones sexuales, problemas familiares, sufren acoso escolar, problemas con las drogas, desrealización personal, y se plantean hasta si deberían de poner fin a su vida. Nada especialmente nuevo o llamativo, aunque parezca casi cínico expresarlo así. Pero quizás es por su “vulgaridad” por la que los lectores llegan a conectar tanto con este título: es demasiado cercana a la experiencia de ser un estudiante adolescente, porque, a fin de cuentas, la adolescencia está llena de todos estos problemas, sean propios o ajenos. La adolescencia es sucia, absurda y terriblemente cambiante. Está llena de pequeños y grandes dramas. Pero que haya problemas no quiere decir que debamos de estancarnos en ellos. Y más si contamos con una figura cercana y experta para ayudarnos por el camino.
Termina el primer curso, y empieza otro. Los alumnos del principio se van y aparecen otros. Se podría llegar a decir que no deja de ser una suerte de segunda generación, o que es decepcionante que el autor haya decidido tomar este camino en la historia en lugar de continuar con los alumnos que ya conocemos. Y, en cierta parte, quién diga eso puede tener razón. Estamos acostumbrados a convivir siempre con los mismos personajes en una obra, y al vernos reflejados en los alumnos de We Shall Now Begin on Ethics, recordamos nuestros dramas del instituto y los vivimos como una larga y épica historia: los eventos más destacados que jamás podríamos vivir, rodeados de los mismos personajes secundarios, antagonistas que tienen un arco de redención y pasan a ser nuestros grandes aliados, traiciones, personajes invitados, episodios especiales, giros de guion que jamás habríamos podido imaginar…

Pero los protagonistas de We Shall Now Begin Ethics no son sus alumnos ni sus problemas. El verdadero protagonista es el profesor, pues es, sin duda, el personaje central de toda la obra. Takayanagi, a pesar de que ayude a sus alumnos, no se trata de ese cliché del profesor de ficción terriblemente carismático y apasionado por su trabajo y que quiere hacer que sus alumnos sean libres y vuelen gracias a los conocimientos brindados. Su figura se presenta como hastiada, con una actitud aparentemente pasiva ante la vida e indiferente hacia esta. Pero, sin embargo, se desvive por sus alumnos en todo lo posible y se involucra en lo necesario con estos, y en el proceso vamos aprendiendo los motivos por los que decidió hacerse profesor y parte de su historia pasada, entendiendo por qué actúa como lo hace. Es claramente respetado e incluso admirado por la mayoría de sus alumnos, y aquí es dónde se encuentra el conflicto del profesor.
El impacto y la ayuda que puede dejar un profesor en nosotros en plena etapa de desarrollo es fundamental, aunque al final acabamos viendo a nuestros antiguos profesores como algo parado en el tiempo. Algo que simplemente existe en el entorno escolar, y que una vez hayas recogido tu título de bachillerato, tan sólo existirá como un recuerdo. Desde la perspectiva del alumno, el profesor no tiene una vida aparte de su trabajo, no existe más que para hacer a esa clase aprender ciertas cosas y de repente se desvanece para siempre y sólo una parte de su sombra se queda con nosotros.
Estás un año con una clase, te involucras en ciertos eventos —que nunca suelen ser demasiados, pero sí intensos—, los alumnos juran que jamás te olvidarán, y pasan los años y dejas de existir para ellos. Y borrón y cuenta nueva: nueva clase, nuevos alumnos, nuevas situaciones dramáticas, nuevos momentos en los que habrá que implicarse y nuevos alumnos que juran a Dios que jamás se olvidarán de ti. Y así, año tras año, y década tras década, la telaraña va creciendo cada vez más y se va confeccionando con hilos más interconectados y más complejos.
We Shall Now Begin Ethics presenta como el “profesor que te cambió la vida” vive con el peso que supone mantener relaciones parasociales con tus alumnos, tener el deber de ser siempre el bueno de la historia para tus alumnos del presente, pasado y futuro. De tratar de que estos salgan adelante, y así con ellos, irá acrecentando tu desgaste mental y psicológico. La decadencia de la profesión es esa; estar atado al mismo bucle una y otra vez, crear vínculos y romperlos, y que además esos vínculos, nunca van a ser justos para ambas partes. Estar siempre rodeado y a la vez quedarse solo.

Y este, a pesar de todo, se sigue implicando. Sabe que no estará bien, que con el tiempo le irá pesando cada vez más y más. Pero sigue tratando de ayudar a sus alumnos todo lo que puede, sin pedir nada a cambio. El profesor nos deja con una sensación agridulce, pues ayudar a la gente está bien, pero no debemos de acabar siendo un pañuelo de lágrimas arrugado y lleno de mocos. Y aún sabiendo esto, ¿estamos dispuestos a arrepentirnos sabiendo que podríamos haber ayudado a quién nos gritaba «socorro»?
Tal vez la enseñanza de We Shall Now Begin On Ethics sea que no hay que implicarse demasiado con tus alumnos. Tal vez sea que a pesar de lo mal que acabes, mirarás hacia atrás, y sonreirás por haber podido ayudar a que estos tengan un vida más tranquila. Sea cual sea su mensaje, es un manga sorprendentemente fresco, cercano y que merece la pena echar un ojo.