Naruto es considerado un clásico del manganime y un referente conocido en gran parte del mundo. Marcó a una de las primeras generaciones de otakus de nuestro país, en la década de los 2000, cuando los fans de los “dibujitos chinos” eran solo unos raritos con los que nadie se quería relacionar y que acudían al Diario de Patricia buscando “una novia a la que le guste el manga”.
Naruto formó parte de la adolescencia de muchos y nos acompañó desde los primeros años de instituto hasta la universidad. No es de extrañar que haya llegado a ser una de las serializaciones más largas de la Shonen Jump, con ni más ni menos que 700 capítulos. Tuvo muchos momentos memorables, pero también muchos otros tediosos e incluso forzados. La mayoría de estos surgen como daño colateral del enorme éxito que estaba teniendo la serie. Como ha pasado en otras ocasiones, los editores insistieron al autor para que alargara el manga todo lo que pudiera y esto dio como resultado una guerra final de casi 200 capítulos. Pero este no es el único problema de la serie. Y es que, con o sin su excesivo largo final, la obra de Masashi Kishimoto cojea por algunos lados —por mucho cariño que le tengamos hay que aceptar que no es una obra perfecta—. De entre todas sus fallas, la que más suele molestar en específico es el desarrollo de los personajes femeninos y lo que deriva de ellos: las relaciones amorosas. Solo hay que ver el epílogo de la serie para darse cuenta de que la resolución de los arcos de prácticamente todas las mujeres es el mismo: están casadas, son amas de casa y tienen hijos, con la excepción de Tsunade y quizás alguna otra.
Pero antes de nada hay un detalle que todo autor que quiera meter romance en su obra debería plantearse: ¿es necesaria esta trama amorosa para la historia que quiero contar? Eichiro Oda con One Piece quiere contar una historia de aventuras y compañerismo así que se limita a esto. Mientras que Rumiko Takahashi con InuYasha, pese a que también quiere contarnos una historia de aventuras y compañerismo, la relación entre Kagome e InuYasha es importante para el desarrollo de ambos. La serie explora los sentimientos de los dos personajes de manera que podemos entender que están aprendiendo a quererse de forma sana. Al principio, por ejemplo, cuando Inuyasha todavía está enamorado de Kikyo, Kagome no puede evitar sentirse celosa. Pero ella sabe que no puede enfadarse con él por eso y debe aceptar los sentimientos de Inuyasha por mucho que le cueste.
De acuerdo. ¿Y qué pasa con Naruto? ¿Es necesario que haya romance?
El paso de una generación a otra en el mundo de ninja es algo vital porque, sin ello, los clanes se extinguirían —y esto es importante viendo que gran parte de la soledad de Sasuke es debido a que su clan fue exterminado y a las consecuencias que se derivaron de esto— y son la manera de conservar un legado —por ejemplo, lo vemos en Gay enseñando su estilo de lucha personal a Rock Lee—. Para que haya nuevas generaciones es necesario engendrar hijos y para engendrar hijos tiene que haber, en principio, una relación sentimental entre dos personas. Y estas relaciones sentimentales deberían ser entre personas que se quieren y se cuidan entre ellas, ¿verdad?
Bueno, pues según Kishimoto no tiene por qué.
Una de las bases para escribir una buena trama romántica es, por muy evidente que parezca, entender qué es el amor. La otra base son los personajes en sí. Es obvio que sin ellos no habría ninguna historia a desarrollar. Y en un manga en el que tenemos un protagonista masculino, por cuestiones de la sociedad heteronormativa en la que vivimos, este va a tener que enamorarse de un personaje femenino.

Aquí está el problema principal de Kishimoto: no asentar bien estas bases para construir buenas relaciones románticas. No es solo que parezca no entender qué es el amor, sino que tampoco sabe como desarrollar personajes femeninos que se valgan por sí mismos y que sean propensos a saber qué les conviene.
Con trece años una de las cosas que más me llamó la atención de Naruto es que, a diferencia de otros shonen de la época, había chicas que eran personajes principales y que, además, peleaban. Algo que en aquel entonces solo había visto en Sailor Moon y en Sakura la Cazadora de Cartas. Aún así, en esa época no era capaz de darme cuenta de que el problema no se acababa con la sola inclusión de personajes femeninos que den patadas. ¿De qué sirve todo el desarrollo de Sakura convirtiéndose en la kunoichi más fuerte y en una de las ninja médico más importantes de Konoha si luego va a dejarlo todo para dedicarse a limpiar la casa y a esperar a que llegue su marido de su viaje de redención?
En Naruto hay tantos personajes que es normal que la mayoría estén desaprovechados. Pero no hay duda alguna de que los que se llevan la peor parte son los femeninos. Al principio todos pensamos en Tenten, un personaje que cuya única función es la de completar el equipo de Lee y Neiji. Se podría solucionar cambiando el género de cualquiera de los personajes. Mantener el trasfondo, la forma de ser e incluso su diseño y su fuerza. Pero claro, ¿Cómo va a ser una mujer la más fuerte de un equipo en el que el 66% son varones?

Me gustaría hablar en profundidad de la construcción de los personajes femeninos un poco más pero esto se alargaría más de lo debido así que lo dejaré para otro día. Solo diré que pese a lo que parece a primera vista, Naruto no pasa el test de Bechdel. Todas las mujeres están supeditadas de un modo u otro a figuras masculinas. De acuerdo, en una obra en la que el protagonista es un hombre es difícil que no sea así —al fin y al cabo incluso casi todos los personajes masculinos también giran entorno a Naruto o a Sasuke—. Pero estoy convencido de que no es algo imposible.
Dejando a un lado esto, ¿por qué la parte de las relaciones románticas está tan mal llevada?
Sakura supuestamente está enamorada de Sasuke desde el principio. Pero más que enamorada lo que le pasa es que se siente atraída hacia él porque es guapo —y porque según Kakashi las chicas de su edad lo único que hacen es pensar en chicos—, de la misma manera que se Naruto se siente atraído hacía Sakura. Apenas se conocen y realmente no se aguantan entre ellos pero estos dos ya han decidido con quién quieren casarse guiándose por las apariencias. Pero bueno, son jóvenes y tienen muchas cosas que aprender así que en parte es entendible. A medida que vayan creciendo deberían darse cuenta de lo que les conviene… ¿o no?
Naruto parece que lo hace en cierto modo y deja de ir detrás de Sakura. Sin embargo, al final de la serie se casa con Hinata, una chica que está coladísima por él pero por la que nunca ha mostrado ningún interés de ese tipo. Es como si sintiera que está en deuda con ella por ser la única que se interesaba por él desde el principio —aunque Hinata no fuera capaz de expresarlo debido a su timidez—. La conclusión que uno puede extraer de aquí es que el protagonista se ha dado cuenta que es mejor tener una relación con alguien que te quiera aunque tu no le quieras —al final lo importante es tener hijos para que pueda existir una secuela— antes de seguir soltero.
Mientras tanto, Sakura empieza a ver a Naruto con otros ojos y acaba haciendo cosas por él que demuestran que de verdad lo aprecia. Ambos dejan de ser compañeros y pasan a ser verdaderos amigos. Y cuando se reencuentran con Sasuke él sigue siendo un edgy que sigue tratándolos fatal e incluso los quiere matar. Aún así, ambos siguen llorando por él. Tienen un vinculo tóxico irremediable.

Por mucho que Sasuke cambie o que Naruto lo evangelice. ¿Quién en su sano juicio le parece buena idea tener una relación con alguien con conductas homicidas y que te ha despreciado desde siempre? Da igual lo idealizado que Sakura lo tuviera cuando tenían trece años, ella ha tenido tiempo de cambiar y de darse cuenta que lo mejor para ambos —y para Naruto— es que hagan sus vidas por separado.
Si Sakura se acaba casando con Sasuke no es porque se amen. Es porque él necesita que el clan Uchiha no se extinga y ella —no sé porque— aún está atada a un sueño de una niña de trece años relacionado con la idealización del chico guapo de clase.

En un shonen como Naruto lo que el público objetivo supuestamente busca es acción, así que es comprensible que Kishimoto no se tomara el tiempo necesario para desarrollar las tramas románticas. Pero una cosa es no desarrollarlas y otra muy distinta es creer que tiene sentido que un personaje como Sakura acabe en una relación con Sasuke, quien siempre la ha tratado fatal e incluso la ha intentado matar en varias ocasiones. O que Naruto acabe en una relación con Hinata porque siempre estuvo enamorada sin importar si él la quiere o no —por mucho que en una de las películas lo desarrollaran de una forma bastante regular—.
Ya puestos, si alguien tenía que acabar en una relación cuestionablemente romántica sí o sí, podrían haber sido Naruto y Sasuke. Quizá incluso eso habría tenido más sentido.