En la mente de: Tsubasa Hanekawa (Bakemonogatari)

En la mente de es una serie de artículos dedicados a profundizar individualmente en las características y motivaciones de algunos de los personajes más queridos e interesantes de los videojuegos y el anime

Como decíamos en la anterior iteración de esta serie de escritos, Monogatari Series es un anime que juega en gran medida con las apariencias de sus personajes. Y especialmente a nivel psicológico, es decir, con cómo se autoperciben y, al mismo tiempo, cómo permiten que los demás los perciban. Hablamos en su momento de Senjōgahara siendo una falsa tsundere y una persona carcomida por la culpa, pero la cosa no termina ahí.

Spoilers evidentes de Monogatari Series

Koyomi Araragi es un estupendo ejemplo de persona que arrastra una depresión desde hace tanto tiempo que simplemente se ha acostumbrado a vivir con normalidad y Sodachi Oikura representa la incapacidad de perdonar las altas expectativas que hemos puesto en alguien que idealizamos muy por encima de lo que puede ofrecer en realidad. Pero hoy nos toca hablar de Tsubasa Hanekawa, mejor amiga de Araragi y delegada de su clase.

Hanekawa protagoniza o deuteragoniza varios arcos a lo largo de la serie, como Gato Tsubasa, los cuatro episodios de Nekomonogatari: Kuro o Tigre Tsubasa, en la Second Season, entre otros, y tiene una presencia importantísima y crucial en Kizumonogatari, el primer segmento, a nivel de cronología diegética, de la historia. En primera instancia se nos muestra como la clásica y típica chica responsable, representante de estudiantes, inteligente e incapaz de romper un plato. Una especie de Nagisa de Clannad, pero con un carisma más trabajado. Una de las claves, tanto del anime como de las novelas, es que todo aquello que ocurre durante la trama de Monogatari Series es narrado por Araragi, que constituye un narrador no sólo no omnisciente, sino poco fiable. Las cosas siempre son mostradas a través de su perspectiva, y no de una manera neutral, sino afectadas, por un lado, por su percepción personal y por otro por el grado de transparencia o verosimilitud al que nuestro protagonista pretenda llegar en cada momento —quedando esto muy patente en momentos como el ya clásico cepillado dental, sus momentos más surreales con Ougi o, en general, el aura constante de male gaze—, por lo que podemos predecir ya desde el inicio que Hanekawa esconde mucho más de lo que muestra.

Admitimos que Oh!Great probablemente esté excesivamente horny con el cast de Monogatari / ©Shonen Magazine

No es hasta el último arco de Bakemonogatari, Gato Tsubasa, cuando esta muestra por primera vez su vulnerabilidad a los espectadores. Deja de lado su imagen de culmen brillante de la adolescencia perfecta y pide ayuda a Araragi. Hasta entonces, ella siempre era el punto de apoyo de él, su consejera, confidente y ayudante. Para Araragi, y para el resto de personajes de la serie, Hanekawa está tan idealizada que la consideran prácticamente sobrehumana, especialmente a nivel intelectual y de autogestión. Y por eso choca tanto la primera vez que se le ve desvalida y necesitada de consejo.

Es entonces cuando se nos muestra que a Hanekawa le posee un ente sobrenatural, el sawarineko o gato sin cola, que llegado cierto punto toma posesión completa del cuerpo de la joven, transmutando ciertas de sus características y arrastrándola a cometer el mal de manera cuasi catártica por la ciudad, atacando transeúntes y destruyendo propiedades. A este ente se le da el nombre de Black Hanekawa. Lo cierto es que, como es costumbre en Monogatari, los seres místicos y sobrenaturales no afectan a las personas porque sí, sino que están relacionados con los diversos traumas y problemas psicológicos que afectan a los personajes y que, llegados a un punto de no retorno, hacen que estas criaturas se manifiesten. Esta versión Black no es más que la forma extrema de la delegada de poder externalizar y liberar todo el estrés que acumula de forma malsana.

El estereotipo que público y personajes aplican a Hanekawa, el de chica ideal y responsable, no sólo no coincide con su fuero interno, sino que le resulta perjudicial. Las circunstancias de su vida no dejan de torpedear constantemente a una persona que ya tenía suficiente con intentar ceñirse de forma tan absurdamente kantiana a unos ideales de rectitud y virtud casi inalcanzables. Su casi muerte en Kizumonogatari ante el ataque de los cazadores de vampiros, el maltrato físico y psicológico que sufre en su propia casa por parte de su padre y, por supuesto, que cuando por fin encuentra una persona en quien confiar y de quien enamorarse, esta termine saliendo con la siguiente chica que conoce, no hacen más que acrecentar más y más el peso de la losa que carga sobre su espalda. En lugar de buscar ayuda desde el principio, de gestionarlo de forma eficiente, Tsubasa no hace más que reprimir su estrés, su sufrimiento, todos los sentimientos negativos que se están gestando en ello debido a todo lo que le ocurre. Todo ello para mantener esa fachada ya tan interiorizada y tan aceptada de chica perfecta, capaz e impoluta. Y, como nadie puede sobrevivir indemne a semejante desgaste y presión psicológica, llega un momento en que todo ese estrés toma la forma del gato negro y es liberado de forma explosivamente violenta. Porque su mente ya no aguanta más. Suele bromearse con que Monogatari Series duraría media novela, o apenas dos o tres capítulos de anime, si sus personajes fuesen a terapia desde el inicio, y junto a Koyomi y Sengoku, seguramente sea Hanekawa quien mejor ilustra este dicho.

Black Hanekawa es como una gatita juguetona… que en vez de jugar se come tus tripas / ©Shaft

Otro punto importante en la serie es la sexualidad. Monogatari es una obra muy sexual —e incómodamente sexualizada por momentos— y muy pocos de sus personajes escapan al tratamiento de sus deseos íntimos y afectos emocionales y carnales durante la serie. Hanekawa no es excepción. Partimos de nuevo de la base de que, habitualmente, cuando un anime harem presenta a su elenco femenino, la mayor parte de las veces la chica responsable e inteligente suele ser relativamente casta e inocente. Es muy poco habitual que presente atrevimiento o una sexualidad mínimamente activa. Monogatari subvierte esto de nuevo. Hanekawa se siente emocional y sexualmente atraída por Koyomi. Mucho. Y por qué no decirlo, bastante más que Senjōgahara, de entrada. Durante bastante tiempo el guion juguetea constantemente con la posibilidad de que ambos personajes terminen consumando unos deseos más que evidentes, pero nunca llega a ocurrir. Primero porque Araragi es, aparentemente, demasiado cobarde y después, una vez este tiene pareja, porque, en principio, no quiere serle infiel. Pero lo cierto es que Koyomi tiene a Hanekawa en el más blanco de los pedestales. Para él es la chica perfecta, por dentro y por fuera, y es totalmente incapaz de hacer nada, o de permitirle a ella hacerlo, que manche y trastoque ese ideal. Un ideal, por otro lado, muy acorde con lo mucho que se valora en la sociedad japonesa que una chica buena y decente sea casta y pura a ojos de los demás. Y, como hablaremos en otro artículo más adelante, Araragi tiene un concepto de sí mismo lo suficientemente bajo como para creer firmemente que para Hanekawa sería una suerte terrible estar con él, poco más que un acto de caridad irretribuible.

No es hasta el culmen de los sucesos de Tigre Tsubasa cuando la joven logra liberarse de todos los sentimientos negativos que acumulaba de forma enfermiza. Es entonces cuando consigue cerrar su historia con Koyomi, aunque no sea como a ella le gustaría, aceptar la realidad y decidir dejar atrás todo aquello que le hace daño. Una de las principales lecciones de la obra, en términos generales, es sobre cómo debemos seguir adelante a lo largo de nuestra vida, siendo siempre nosotros mismos pero creciendo a cada paso que damos, y Hanekawa hace precisamente eso cuando, al finalizar la serie, decide irse a ver el mundo en lugar de entrar en la universidad. Cuando decide priorizar por fin su propio bienestar de forma sana en lugar de ceñirse obsesivamente a las expectativas vertidas sobre ella.

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