Los riesgos de alojarse en Voynich Hotel

Un antiguo yakuza ahora perseguido por antiguos camaradas y enemigos por igual, tres jovencitas traficantes de una nueva droga de diseño, uno de los cinco mejores asesinos profesionales del mundo, dos fantasmas, un detective robot capaz de disparar crema de Nivea por uno de sus dedos y el espíritu decadente de una bruja antaño asesinada por conquistadores españoles. ¿Qué tienen todos estos personajes en común? Que se hospedan en el Hotel Voynich, el más famoso alojamiento de la isla Blefuscu, un pequeño territorio insular de los mares del sur, perteneciente a la República de San Marino.

Sayman Dowman es un mangaka peculiar. No se adscribe a serializaciones largas, pese a haber trabajado recientemente con la Ultra Jump —dedicada a un público algo más crecido que la revista principal de la compañía— y su particular estilo de dibujo, casi cartoon, y narración le alejan de los cánones mainstream contemporáneos de su medio. Nadando como pez en el agua en el género de la comedia negra, el autor japonés suele presentar obras conformadas por pequeñas historias, ya sean estas independientes entre sí —Nickelodeon— o enlazadas por un hilo conductor general —Melancholia— que se termina poniendo en relieve conforme avanzan los capítulos.

Una lluvia de sapos es probablemente el suceso más normal que pueda ocurrir en este hotel /  ©Young Champion Retsu

Voynich Hotel, que hereda su nombre del manuscrito intraducible más famoso, nos presenta en su primer y corto episodio a Taizō Kuzuki, quien ha decidido huir de su pasado criminal en Tokio con la yakuza y planea refugiarse en la isla Blefuscu, dejada de la mano de dios y fuera de la mayoría de rutas turísticas. No pasará mucho tiempo hasta que la esperada nueva vida pacífica de nuestro protagonista se vea alterada y convulsionada no sólo por las pintorescas doncellas del hotel, sino por una caterva de excéntricos personajes y eventos inexplicables que no harán más que poner patas arriba su días en el hospedaje.

Al igual que en la ya citada Melancholia, manga que inesperadamente comparte con la película homónima de Lars Von Trier un setting que tiene lugar poco tiempo antes de que un gran cuerpo celeste colisione con la Tierra y, eventualmente, aniquile todo tipo de vida animal y humana; Voynich Hotel no se constituye a través de un argumento general especialmente desarrollado o complejo, sino que su narración se apoya constantemente en pequeños fragmentos de historias aparentemente individuales y, especialmente, en el carisma de los extravagantes pero encantadores personajes que las protagonizan. Quizás esto podría alejar a quienes busquen guiones elaborados o historias más evidentes en su narrativa pero, no obstante, resulta plenamente satisfactorio como lector el presenciar poco a poco cómo todas las piezas comienzan a encajar en su lugar mientras avanzan las páginas, cómo las pequeñas vivencias de los integrantes del hotel no sólo terminan funcionando de manera independiente sino que, además, conforman holísticamente un todo que, sí, rebosa heterogeneidad pero resulta agradable y convenientemente ensamblado. Es un cóctel de multitud de sabores que no deja de crecer mientras todas las líneas argumentales se cruzan, chocan y convergen, llegando a un final en el que toda trama queda cerrada y cada personaje obtiene, pese al ya habitual nihilismo inherente al género de humor ácido, lo que merece.

Elena no toma las mejores decisiones posibles a la hora de vestirse para una cita /  ©Young Champion Retsu

En los primeros compases, las vivencias de los huéspedes pueden transitar terrenos bastante cercanos al realismo mágico, pero pronto Dowman abandona cualquier tipo de mesura o ambigüedad en su manera de plasmar este pequeño mundo y da rienda suelta a evidenciar que absolutamente cualquier misterio del Voynich puede tener un origen sobrenatural. No se llega a perder nunca el deje costumbrista que acompaña el manga desde su inicio, ni la naturalidad a la hora de presentar sus elementos fantásticos como algo totalmente cotidiano, pero sí se genera un salto evidente desde un «aquí puede que pase algo» a un «esta bruja hiperpoderosa de mil años acaba de desmembrar a un demonio con un chasquido de sus dedos». También es claro desde las primeras viñetas un contraste, un tira y afloja entre el inevitable avance de la civilización y la magia perdida, los viejos ritos y antiguos misterios que van quedando soterrados y olvidados conforme nuestra tecnología y sociedad alcanza cotas cada vez más elevadas. Un sentimiento de pérdida y de rebeldía ante la colonización que se niega a caer en el idealismo naíf y resiste el pesimismo enfrentándolo a su comedia magistral.

El humor, constantemente presente y bastante menos problemático que en otras obras del mismo autor, se construye con un equilibrio entre la anteriormente mencionada comedia negra, pequeñas dosis de slapstick y unos diálogos por momentos especialmente ingeniosos. Hay lugar para los momentos románticos, los instantes sorprendentemente emocionales e incluso la violencia desenfrenada en sus apenas 70 capítulos. Voynich Hotel es un manga idiosincrático y de influencias variadas, al que no le importa beber de Kōji Kumeta y su Sayonara Zetsubō Sensei, de Mike Mignola y su Hellboy, de los tópicos de los RPGs más clásicos y de Cartoon Network por igual, un slice of life tan tétrico como cómico y quizás la mejor entrada posible al desquiciado pero creativo mundo interior de Sayman Dowman.

2 comentarios en “Los riesgos de alojarse en Voynich Hotel

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