Final Fantasy X y la libertad humana

La décima entrega de la saga Final Fantasy cumplió el pasado 19 de julio 20 años, celebrado y aclamado por los fans como una de las mejores entregas de la saga, supuso para muchos el primer salto generacional en una serie de videojuegos. Iba a suponer también, aunque en ese momento lo desconociésemos, el ultimo FF en utilizar sistemas clásicos de la saga, como es por ejemplo el combate por turnos. Pero Final Fantasy X no es tan recordado por sus virtudes técnicas como por historia, la cual, guiada de un grupo carismático y bien construido, nos sumerge en un viaje lleno de peligros y giros argumentales en un mundo regido por una suerte de monstruo aéreo-marino destructor de ciudades, y un culto/dogma religioso construido entorno a él que rige el Kosmos de la sociedad de Spira. O, al menos, a buena parte de ella, excluyendo al pueblo Al-Bhed o incluso a instituciones más «reformistas», como la Legión.

De esta premisa se han sacado varias lecturas en torno a la muerte, críticas a la religión, relaciones paterno-filiales, entre otras. Nosotros vamos a centrarnos en ese concepto tan abstracto (y manido a día de hoy) como es la libertad y las cuestiones que esta suscita en esta entrega.


Aviso: spoilers de la Trama de FFX


Debemos partir de la premisa de que la población de Spira vive en sí subyugada por partida doble. Por un lado tenemos a Sinh, quien, debido a la aleatoriedad y virulencia de sus ataques sobre las poblaciones, provoca que los habitantes de Spira vivan una esclavitud material como espiritual, material por que la construcción de sus emplazamientos depende de las arremetidas de la criatura, frenando todo desarrollo. También a nivel espiritual, porque sus vidas quedan regidas a esa aleatoriedad, bajo la amenaza de ser víctimas en cualquier momento de Shin, los que provoca que lleven una vida temerosa y apagada. Los invocadores, precisamente, refuerzan esta idea pues dan a los habitantes de Spira esperanza en sus vidas, convirtiéndose en unas figuras casi mesiánicas lo que demuestra que sin dichas figuras su existencia seria completamente oscura y desdichada.

Hola, soy un monstruo aero-marino, quiéreme :3

La segunda muestra de estas señales de esclavitud la encontramos en el dogma que se ha construido en torno a Sinh, el Culto a Yevon, iniciado teóricamente por Lady Yunalesca en honor a su padre Yu Yevon, un invocador de la desaparecida Zanarkand, cuyo objetivo es el de hacer desaparecer a nuestra querida abominación, Sinh, la cual es representada como una suerte de castigo divinos por los pecados cometidos por la gente de Spira. Es importante apuntar que los creadores de FFX no han dejado establecido con claridad quien es el creador del culto a Yevon, el juego en si da a entender que es la mencionada Yunalesca y por tanto esa es la tesis por la que nos guiamos.

Para conseguir tan “noble” objetivo, es necesario que la humanidad se aleje de la tecnología y que actúen como uno, es decir, se alejen de la guerra, ya que de esta forma Sinh terminaría por desaparecer. A fin de mantener la esperanza de la población, se crea un rito en torno al peregrinaje, en el que unos individuos conocidos como “Invocadores” se dirigirán a las ruinas de la ciudad de Zanarkand viajando por toda Spira en pos de obtener la fuerza espiritual suficiente para invocar al “eon supremo” un arma capaz de vencer temporalmente a Sinh trayendo un periodo de paz conocida como “la calma”. De esta manera, tenemos que la población de Spira se ve sometida a seguir los rígidos designios de la doctrina, en un paralelismo crítico para con las religiones contemporáneas, puesto que es la única de traerles paz y, en cierto modo, “libertad” pues les libra de aquel mal y temor que rige sus vidas.

No es de extrañar pues que en el juego la religión de Yevon se muestre completamente extendido, y que se siga ciegamente sus doctrinas, al punto de que a pesar de hacerse patente que Spira se encuentra en una “espiral de muerte” cíclica, estas enseñanzas no son cuestionadas, y en las contadas ocasiones que esto ocurre, como es en el caso de los al bhed, se les señala como herejes, siendo perseguidos y aislados del resto de la sociedad. Un caso paralelo a lo que ocurre con nuestro grupo protagonista, que a lo largo de su viaje descubre una realidad que no se corresponde con lo que predican las enseñanzas de Yevon, lo que les lleva al cuestionamiento de las mismas y a descubrir toda la mentira que las rodea en la cúpula del poder de la institución.

Lady Yunalesca / ©Square Enix

En este punto, se pone sobre el papel y enfrentan la visión del grupo que esperan encontrar una forma de acabar con Sinh y su “espiral de la muerte” y la de las gentes de Spira bajo unos planteamientos cuasi Nietzchezianos, ya estos últimos no abandonan su apego al dogma, actúan bajo el impulso de tribu/grupo, y aceptan su esclavitud “religiosa” por la fe depositada en la esperanza, este punto demuestra como las “promesas de salvación” esclavizan, en cierto sentido, al individuo de una forma individual y material. Por su parte nuestro grupo representa al individuo frente a la tribu, de la conformidad frente a la inconformidad, que rompe sus cadenas en pos de una visión que los libere del yugo que los oprime no solo a ellos, si no a la totalidad de Spira, de esta forma creemos que la actitud de nuestros ahora alegres revolucionarios queda perfectamente resumida en esta cita del escritor británico Rudyard Kipling;

“El individuo siempre ha tenido que luchar para no ser abrumado por la tribu. Si lo intenta, se sentirá solo a menudo, y a veces asustado. Pero ningún precio es demasiado alto para pagar por el privilegio de ser el dueño de uno mismo”[1]

Aunque, como hemos mencionado, nuestro grupo descubre la corrupción de la institución religiosa encargada del cumplimiento de las doctrinas de Yevon, estos creen que esta es intrínseca a este organismo, y no a la doctrina en sí, por lo que deciden continuar su peregrinaje y encontrarse con Yunalesca en busca de respuestas. Es aquí donde la última pieza del rompecabezas en torno a las mentiras del dogma son reveladas, no existe realmente una forma de acabar con Sinh permanentemente, el cual es una armadura que protege “el sueño” de Yu Yevon y que la destrucción de dicho caparazón responde a dos causas/razones, a saber; que el sueño de Yu Yevon provoca que lo que queda de este controle completamente a la bestia, la cual acaba atacando de forma arbitraria, y en mantener la esperanza en las gentes de Spira en pos de dominarla, de ahí la creación del culto a Yevon. No pretendemos con este articulo hacer una completa disertación sobre la historia de FFX, basta con saber que Zanarkand hace 1.000 años fue cuasi destruida en una guerra contra Bevelle con el uso de máquinas, y que Yu Yevon pone al resto de invocadores de Zanarkand a “soñar/orar” para crear una imagen onírica e idílica de la ciudad que perdure por siempre.

La creación del culto de Yevon no es otra pues si no el control de masas, que, si bien puede que en un principio guardase una “idea noble”, como podría ser el evitar una nueva guerra con máquinas de destrucción masiva, acaba pervirtiéndose, dando lugar a ese dogma inamovible que rechaza de plano la libertad de la humanidad en pos de un control que, en teoría, les de felicidad la cual es una quimera efímera que se representa únicamente en la esperanza, la cual se demuestra vana pues Sinh vuelve siempre.

Yu Yevon

Anthony J. Eisner en “Human Freedom: Existencial Philophy in video games” ha relacionado la actitud de Yunalesca con la del gran Inquisidor de la novela “Los hermanos Karamazov” del dramaturgo ruso Fiódor Dostoyevski ya que ambos comparten ese nexo común de pensar que la esclavitud del individuo a través de la esperanza, es la única forma de que este alcance la libertad. Por ultimo, queremos reseñar también la esclavitud del propio Yu Yevon, ya que creemos que es una muestra de cómo el ser humano puede convertirse en su propio carcelero. Así, Yu Yevon crea a Sinh como una coraza para defender una onírica “ciudad de Zanarkand”, sin embargo esta misma acaba siendo su prisión, controlando su ser, de ahí creando la imperiosa necesidad de ser destruido. Yu Yevon se convierte en un parásito sin más propósito que mantener su prisión, esclavo de su propio sueño, por lo que acabar con él supone romper las cadenas de su propia psique que le esclavizan y logre pues la libertad.

Como hemos podido comprobar, el grupo protagonista de Final Fantasy X acaban siendo unos liberadores de Spira en toda la acepción de la palabra por derecho propio. O puede que no porque ese opio de las masas que es el Blitzball sigue existiendo.

©Square Enix


[1] Cita extraída de: https://fee.org.es/articulos/21-citas-contra-el-conformismo-y-para-resistir-a-la-multitud/

Un comentario en “Final Fantasy X y la libertad humana

  1. Pingback: La indefensión aprendida de Spira | Futoi Karasu

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