Beastars fue el anime de sensación de la temporada de invierno de 2019, y aún hoy, en 2021, después de haber finalizado su segunda temporada esta primavera, sigue dando de qué hablar en redes sociales. Su historia aparentemente sencilla, sus cast de personajes de animales antropomórficos, su novedosa animación en 3d…todo ello se aunó para conformar una de las experiencias más únicas dentro del mundo del anime. Incluso aunque hayamos podido disfrutar de Oddtaxi en la pasada temporada y que parece que los “furros” han venido para quedarse con nosotros, Beastars marcó un camino que, a pesar de haber sido explorado antes con estos animales antropomórficos y los problemas que se encontraban por las calles de su urbe, revolucionó a los espectadores.
Beastars en esencia, es una historia acerca de reprimir los instintos, la naturaleza contra la razón, la muerte, el miedo y el amor dentro de una sociedad que, aunque aparentemente trata de ayudarnos, bajo los pozos más oscura de esta se ve nuestro verdadero yo, lo que estamos obligados a ser y aunque no queramos somos: victimarios y víctimas.
Pero es curioso cuando nos acordamos de que no es la primera obra que trata estos temas, y que tampoco es siquiera de las más relevantes a nivel de impacto cultural. Hay otra obra que cambió el mundo y la forma de contar las historias para adolescentes y de tratar el romance, pero que, sin embargo, fue denostada precisamente por su temática y por su enfoque. Esa obra no es otra que Crepúsculo.
Crepúsculo, la saga de novelas y posteriormente películas de la mormona Stephenie Meyer, se centraba en Bella Swan. Una adolescente deprimida que no encontraba su lugar en el mundo y no encontraba ningún tipo de apoyo por parte de sus amigos o de incluso su familia, que, por azares del destino, acaba mudándose al frío pueblo de Forks en Washington, dónde conoce al misterioso Edward Cullen, que se percibe desde lejos que esconde un gran secreto. Enseguida descubrimos junto a Bella que este secreto se trata de que él es un vampiro de 107 años que se muere por probar su sangre, pero que ha de reprimir su sed de sangre y su amor por ella en pos de mantener una convivencia lo más longeva y tranquila con los humanos del pueblo.
Quizás así de primeras esta comparación o insinuación pueda parecer descabellada, e incluso hay quién se esté llevando las manos a la cabeza tras haber leído estas líneas. Pero es innegable desde un punto de vista analítico, que ambas obras tienen bastantes semejanzas entre ellas, aunque lo que marca la diferencia entre ellas es precisamente el enfoque.
Empecemos con lo básico: En Beastars nos encontramos con una sociedad en la que conviven carnívoros y herbívoros de manera aparentemente pacífica, compartiendo espacios, teniendo relaciones interpersonales entre ambos bandos de la sociedad. Aunque claro, todo esto es pura fachada. A medida que van avanzando los capítulos, aprendemos que de manera escondida los carnívoros acceden a carne de maneras poco legales a través de un gran mercado negro escondido entre las calles de la aparentemente civilizada urbe. En este oscuro barrio, además de poder consumir productos cárnicos, se encuentran mafias temidas por el gobierno dedicadas principalmente a buscar, y nunca mejor dicho, carne fresca.
La población de Beastars aparentemente pura, reconoce sus sombras, y que la única manera de que la convivencia entre estas bestias y víctimas se mantenga de manera pacífica es mediante la existencia de esta parte oscura de la sociedad. Los instintos de estos animales no pueden reprimirse por siempre, y es mejor que esto suceda de manera controlada a que se produzcan tragedias que cuestionen el funcionamiento de esta sociedad y si es posible la armonía entre ambos estratos.
Con Crepúsculo vislumbramos algo parecido, aunque con ligeros matices. La humanidad desconoce por completo la existencia de estas criaturas, así que no existe una convivencia justa. Pero sí que existe algo a lo que podríamos llamar como “gobierno” dentro del mundo vampírico, el Clan de los Vulturi. Este clan es el encargado de velar por una convivencia pacífica entre humanos y vampiros, y sobre todo, de que estos no revelen su existencia a sus posibles víctimas, pues de ser así sería perseguidos hasta la muerte. Entre estas normas encontramos apartados referidos a la caza de humanos, la frecuencia y el número, además de no mostrar al mundo su verdadera forma.
De esta forma podemos extraer que, aunque compartan ideas tales como sociedades secretas, clanes, mafias, o como se quieran nombrar, para que persista esta convivencia, la diferencia fundamental entre ambas es la intención. En Crepúsculo no se hace por una preocupación real de que ambos grupos puedan coexistir en paz, sino de una manera más egoísta y que sigue vislumbrando a los humanos como presas, siendo los Cullen y los Benali los únicos clanes que no comparten estas ideas. Mientras, en Beastars, a pesar de que asumen que existen estas sombras en su sociedad, reside una mayor importancia en la comunidad, su bienestar y calidad de vida. Quizás podríamos argumentar que estas diferencias se deben, teniendo en cuenta la procedencia geográfica de ambas obras, a la tendencia japonesa del grupo por encima del individuo y la obsesión enfermiza del “yo, y luego los demás” del país yanqui. Pero eso es harina de otro costal.
Ahora vamos con quizá la parte más interesante, donde podemos encontrar más similitudes entre estas dos obras y el corazón de ambas: sus personajes, su historia de amor imposible y su relación con el entorno.
Bella Swan y Haru comparten luces y sombras muy claras. Ambas son las heroínas principales de la historia, se sienten y son el punto débil ante sus “depredadores” y se ven envueltas románticamente con uno de estos. Bella viene de una familia desestructura, siendo inicialmente cuidada por una madre divorciada que no ha madurado todavía, forzando a Bella a crecer demasiado rápido para ser, a grandes rasgos la madre de su madre, de preocuparse por la felicidad de los demás y jamás de la suya propia, de aprender a ser independiente y no dejarse cuidar por nada ni por nadie. De hecho, el punto de partida de tanto la novela como el libro se da a consecuencia de esto, pues Bella decide ir a Forks con motivo de que su madre, al haberse casado recientemente con un jugador de beisbol profesional que tiene que hacer muchas giras a lo largo del país, se siente apenada de tener que quedarse en Arizona a solas con su hija. Bella entonces, comunica a su madre que se irá vivir con su padre durante una temporada, para que ella no esté tan apenada. Es por eso que Bella, al conocer a Edward, un “hombre” dispuesto a cuidarla como si de una piedra preciosa se tratase, a quererla, y a contemplarla como su prioridad, esta se deja llevar y se deja cuidar, y por esto mismo también, cuando este se va en Luna Nueva para protegerla se siente incompleta y desdichada de nuevo. Vuelve a tener que depender por completo de ella, y eso la aterra, puesto que haber conocido por fin lo que es ser verdaderamente querida y apreciada, vuelve a su anterior abismo.

Tras los eventos de Luna Nueva, Bella está más convencida de que quiere convertirse en un vampiro. Por un lado, así puede protegerse y no depender de nadie más, y por el otro, así no le causará más problemas a Edward y a su familia por los posibles conflictos con los Vulturi, además de así poder estar con su querido vampiro para siempre. De esta manera, ambas naturalezas de Bella, la cuidada y la cuidadora, empiezan a confluir.
Haru se parece mucho a Bella, aunque con claras diferencias, viniendo esta, por otro lado, de una familia que ya la cuidaba y la protegía. Haru creció siempre con el miedo de poder llegar a ser asesinada por algún depredador algún día, de manera que ella ya sabía que tenía que aprender a protegerse sola ante un mundo de depredadores. Ante tanta presión encima, y teniendo en cuenta el añadido de que su aspecto físico más “adorable” de lo habitual le hace sentir todavía más débil y un objeto a proteger, Haru decide dejarse llevar de una manera sexual, acostándose con animales distintos, para demostrar que al menos hay una parte de su vida que ella sí puede controlar. El problema, es que esto, además de generarle una mala reputación y acoso escolar, también la presiona a tener que mantener ese tipo actos con cualquiera que se lo pida, volviendo a ser otro objeto pequeño y fácilmente aprovechable para los demás.
Cuando conoce a Legoshi, los acontecimientos al principio se desarrollan parecido, puesto que Haru en un malentendido interpreta que Legoshi ha venido también a mantener relaciones sexuales con ella por su fama en la escuela. En el momento en el que Legoshi sale corriendo, Haru se lleva una sorpresa de él, pues es la primera persona que no le da una óptica de objeto del que aprovecharse. Haru siempre intenta ser una persona agradable con él desde entonces, desarrollando un interés por este “chico” que le hace llegar a ignorar que muy seguramente él fue quién la atacó unas noches atrás. De hecho, tras el ataque de la mafia Shishigumi, Haru toma el control de la situación en el Love Hotel y le invita a acostarse con ella (aunque al final todo salga regular precisamente por los instintos de Haru).
Las similitudes que veo entre Bella y Haru vendrían a ser su debilidad en un mundo que desea asesinarlas, su tenacidad ante los problemas, y sus deseos internos y contrarios de protegerse a sí mismas y ser protegidas. Pero tampoco puedo ignorar sus diferencias, puesto que Bella está en potencia de llegar a convertirse en una “chupasangre” y huir del peligro, Haru está condenada a depender de su propia suerte y de ser siempre una posible víctima. Y esto causa una diferencia brutal entre ambas heroínas y en sus conflictos personales y estructurales y en como pueden llegar a solucionarlos, o más bien, en el caso de Haru, en como aceptarlos.
Y ahora vamos con el plato fuerte, el verdadero foco de este artículo. Legoshi y Edward Cullen. Quizás esta es la comparación más sencilla de hacer y la más visible, puesto que ambos dos comparten conflicto: la supresión de su instinto más básico.
Edward, vampiro nacido a principios del siglo XX, fue convertido por Carlise, tras enterarse de que su madre había muerto y que al adolescente le esperaba el mismo destino por haber sido contagiado de “gripe española” y lo acogió como su hijo adoptivo, formando parte de la familia Cullen. Durante una breve época, se separó de ellos, decidido a calmar su sed de sangre humana, asesinando a humanos que hubieran cometido actos criminales o que estuvieran pensando en cometerlos. Tras un tiempo, se dio cuenta que hacer eso sólo le convertía en un monstruo y que no era justo para estas personas, y volvió con la familia Cullen. Conoció a Bella tras su llegada a Forks, y nada más verla por primera vez, o mejor dicho, olerla, pasaron por su cabeza en tan sólo un instante miles de formas de conseguir beber su sangre y matarla, embriagado por su aroma tan seductor. Tras eso, trató de alejarse de ella en ciertas ocasiones, preocupado por la seguridad de la joven, pero en un momento dado se dio cuenta de que debería de convivir con ella con total normalidad, para no levantar sospechas y que su familia siguiera segura en Forks. Tenía que acostumbrarse a ella y a su aroma, pero las clases no eran suficientes para llegar a su objetivo, así que, muy a su pesar, decidió que la mejor forma de hacerlo era estar en su habitación mientras esta dormía, pero eso sólo le llevo a obsesionarse más con ella, llegando a sentimientos amorosos. Edward y Bella acaban juntos cuando ella acepta su condición vampírica, a pesar de que este de primeras se negara por la propia seguridad de la chica, pero acaba cediendo poco a poco a sus peticiones y deseos, pues al final, quiere darle a Bella un vida feliz y libre.
Sin distanciarse mucho, Legoshi, tras oler un aroma que jamás le había atraído tanto, estuvo a punto de asesinar y comerse a Haru, siendo controlado por unas pulsiones que jamás había visto en su “persona”, y durante un tiempo se sintió extraño y mal, pues sus instintos de carnívoro nunca habían salido a la luz, haciendo que se sintiera un monstruo. El cánido vive día a día reprimiendo todos sus instintos, pues además de ser demasiado consciente del efecto que él produce en los demás al ser un depredador (un lobo en este caso) mucho más alto y grande de lo habitual, no quiere convertirse en una bestia sin control. Por este motivo está muy contrariado cada vez que cruza palabras con Haru, con miedo de que esto que le ha sucedido vuelva a ocurrirle y se descontrole, acabando con la vida de una inocente en el progreso. De hecho, Legoshi a la hora de tener incluso interacciones físicas con ella duda bastante, incluso aunque esta misma se la que se las pida o la que consienta, como se ve cuando ambos tras la pelea con los Shishigumi, se ven obligados a pasar la noche en un Love Hotel, donde casi mantienen relaciones sexuales (y como ya hemos mencionado, no sale bien).

Legoshi no quiere hacer daño a Haru, pero la desea, y mucho, (en todos los sentidos) y decide luchar por ella a pesar de todo, en convertirse en alguien lo suficientemente respetable, valioso y “humano” para poder estar con ella. Y durante todos este trayecto, va a tener que luchar, contra la sociedad de este mundo, contra su rival Louis (el cuál tiene algún paralelismo mencionable con Jacob Black, el rival de Edward en Crepúsculo, pero que vamos a obviar por no rizar el rizo) y, más importante y dificíl si cabe, contra él mismo.
Como hemos visto, Legoshi y Edward se parecen mucho más de lo que creíamos, y podemos concluir que en ellos precisamente reside el conflicto principal de ambas obras y su corazón: la incapacidad de poder sucumbir a nuestros deseos, a nuestras más fuertes aspiraciones, el amor prohibido…Aunque, si bien podemos extraer esos conflictos principales de ambas obras, yo, reconozco haber actuado como “abogada del diablo” ante una obra profundamente denostada como es Crepúsculo, está claro que, a pesar de todo, encontramos diferencias más que notables para dejar claro que ambas obras no tratan de lo mismo ni de lejos.
Crepúsculo no deja de ser una vía de escape juvenil centrada en un amor prohibido, en la adolescencia y en el deseo de pertenecer a alguna parte y ser protegido por los tuyos, mientras que Beastars aboga por una crítica social bastante más mordaz, puesto que en Crepúsculo se contempla el cambio y la posibilidad de escapar de una realidad que no nos gusta. En Beastars, por otro lado, los adolescentes descubren y viven como la sociedad es en realidad: inmutable, hipócrita, y cruel. Y es algo que van a tener que recordar para siempre y a lo que se van a tener que hacer a la idea si quieren sobrevivir en ella.
Pingback: Editorial: 200 cuervos después | Futoi Karasu
Muy interesante y muy bien redactado. Engancha la forma de escribir de la autora.
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Te has dejado la similitud mas importante entre Legoshi y Edward: ambos me visitan en sueños para tocarme por debajo de las sábanas.
Muy guay el artículo, no había caído en lo mucho que se parecen
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Muy interesante la perspectiva.
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